Un migrante hondureño de origen afrodescendiente permanece encarcelado en México desde 2009. Fue torturado para obligarlo a realizar una confesión falsa en la que reconocía su implicación en actividades delictivas. Puesto que su tortura fue debida a la discriminación racial y dio lugar a un procesamiento infundado, Amnistía Internacional lo considera preso de conciencia.