Edney da Cunha Samias es un orgulloso indígena kukami-kukamiria de casi cuarenta años de edad que vive en la selva tropical amazónica de Brasil. El pueblo kukami-kukamiria vive en varias regiones de la Amazonía brasileña, desde la cuenca alta del río Solimões a las zonas urbanas de Manaos. También hay comunidades en Colombia y en Perú.
Elegido por su tío para ser el siguiente jefe kukami-kukamiria, Edney aprendió cosmología con los miembros de más edad de la comunidad y fue educado para conservar la cultura, las tradiciones y la medicina de su pueblo. Su región de la Amazonía está amenazada actualmente por la deforestación, las actividades ilegales de confiscación de tierras y la minería ilegal.
Sin embargo, Edney nunca hubiera esperado una amenaza como la COVID-19. La pandemia ha tenido un terrible impacto sobre el pueblo kukami-kukamiria, cuyo índice de mortalidad es uno de los más altos de los grupos indígenas de Brasil. En total, hasta ahora han muerto 58 miembros de su comunidad, incluido su padre y su abuelo, además de tíos, primos y una tía. “Hay sufrimiento por todas partes”, dijo Edney recientemente a Amnistía Internacional.
Para los pueblos indígenas, la muerte de una persona anciana significa que hay una “biblioteca” menos para consultar, una persona menos que transmita el idioma o que aconseje a la juventud para guiarla por la vida. Significa que parte de la memoria viva de la etnicidad y la identidad de una comunidad indígena se pierde para siempre.
Las personas de edad avanzada de nuestra comunidad son sagradas. No muere sólo una persona, sino nuestra historia y nuestra cultura.
Milena Kokama, vicepresidenta de la Federación del Pueblo Indígena Kukami-Kukamiria de Brasil, Perú y Colombia.
Y cuando los sistemas de salud y administrativo de Brasil no reconocen como indígena a una persona de edad avanzada, el dolor aún es más intenso.
A Amnistía Internacional le preocupa mucho que las autoridades brasileñas hayan negado a algunas personas de etnia kukami-kukamiria el reconocimiento de su identidad indígena en su último documento oficial, su certificado de defunción.
En lugar de indicar que la persona fallecida era indígena, algunos certificados de defunción indican que era parda, una palabra que los conquistadores portugueses utilizaron en el siglo XVI para describir a las personas indígenas, y que de hecho les niega su identidad indígena.
Al padre de Edney, Guilherme Padilha Samias, le diagnosticaron COVID-19 este año. Cuando Guilherme ingresó en urgencias en Tabatinga, estado de Amazonas, fue registrado como pardo. Sólo gracias a un médico que lo conocía personalmente fue posible registrarlo correctamente. Edney pensó que el problema estaba resuelto.
Sin embargo, cuando Guilherme falleció, el 14 de mayo, descubrió que su padre figuraba como pardo en el certificado de defunción emitido por el Hospital de Guarnição de Tabatinga. Edney describió así la situación: “Estaba enojado. No acepté el documento porque mi padre no es pardo, mi padre es indígena. Me quedé allí desde las 7 de la mañana hasta el mediodía, discutiendo con el personal del hospital.”.
Al final Edney consiguió que a su padre lo registraran como indígena, y cuando Guilherme —un valeroso jefe kukami-kukamiria portador de los conocimientos y tradiciones ancestrales de su comunidad— fue enterrado, en su ataúd de madera negra figuraba la siguiente leyenda: “Guilherme Padilha Samias, indígena”.
Discriminación contra la comunidad kukami-kukamiria
No todos los casos se resuelven así. Otaviano Batista Samias nació en 1953 en la casa familiar de la comunidad de Canavial, en la región de la cuenca alta del río Solimões. Otaviano vivió como indígena kukami-kukamiria y en sus documentos oficiales se reconocía su identidad indígena.En mayo, contrajo la COVID-19 y falleció en el Hospital Delphina Aziz de Manaos a la edad de 67 años. En su certificado de defunción figuraba como pardo, y con ello se le negaba cruelmente el reconocimiento oficial de que era un indígena kukami-kukamiria.
Entre mayo y julio de 2020, la comunidad kukami-kukamiria presentó al menos cinco demandas por discriminación ante la fiscalía federal en Tabatinga y Manaos. En una de ellas se afirmaba: “ […] existe una falta de conocimiento a la hora de tratar a los pueblos indígenas, negándonos nuestra identidad. De hecho, el Hospital de Guarnição de Tabatinga ha insistido en registrar a nuestra gente como parda en el certificado de defunción, lo cual supone que muchos casos quedan sin contabilizar.”
En mayo, la fiscalía federal de Tabatinga publicó dos recomendaciones pidiendo a los centros médicos que identificaran correctamente a las personas indígenas. La fiscalía está investigando y en septiembre solicitó más información tras la demanda inicial.
Las normas internacionales de derechos humanos y las leyes de Brasil disponen que la identidad indígena se basa en la autoidentificación. La Fundación Nacional del Indio (FUNAI), organismo brasileño que supervisa las cuestiones relativas a los pueblos indígenas, dijo a Amnistía Internacional en agosto: “ […] no es labor del Estado reconocer quién es o no es indígena, sino asegurarse de que se respetan los procesos individuales y sociales de construcción y formación de las identidades étnicas”.
Las palabras de la FUNAI son similares a las que Fernando Merloto Soave, fiscal federal del estado de Amazonas, dijo a Amnistía Internacional: “Para el Sistema de Salud, bastaría con una simple autoidentificación. No reconocer la identidad indígena es perjudicial incluso para los registros epidemiológicos”.
El uso del término pardo en vez del término indígena específico no sólo borra la identidad individual y colectiva de la etnia kukami-kukamiria, sino que tampoco registra con precisión en las estadísticas oficiales el impacto de la COVID-19 en la comunidad, contribuyendo así a subestimar el efecto de la pandemia entre la población indígena de Brasil.Según cifras oficiales (consultadas el 2 de septiembre de 2020) 392 indígenas han muerto por COVID-19, mientras que según las cifras de la APIB (consultadas el 3 de septiembre de 2020) son 779 las personas indígenas fallecidas.
Esta discrepancia también se debe a que el gobierno federal sólo monitorea los casos que ocurren en territorios indígenas demarcados, sin incluir las ciudades, donde también viven personas indígenas.
Negación de identidad
Según Edney, algunas familias de etnia kukami-kukamiria han renunciado a su identidad indígena porque sus familiares habían sido enterrados como pardos, prefiriendo renunciar a su etnicidad para que sus descendientes no sufran más. “Las familias estaban muy muy enojadas porque jamás habían pensado que se les negaría su propia identidad”, explicó.
Renunciar a su identidad supone que las personas de etnia kukami-kukamiria dejan de lado su idioma, su cosmología y su cosmovisión, su cultura y sus tradiciones, así como sus conocimientos ancestrales de construcción de viviendas, cocina, caza y cuidado de la salud utilizando recursos que se encuentran en la selva. Se trata de una dolorosa separación que no sólo afecta a cada individuo, sino a la comunidad entera, a partir de esta generación.
Al no permitir que la autoidentificación sea lo que determine la condición de indígena de una persona en sus documentos oficiales, las autoridades brasileñas amenazan con borrar la identidad de la comunidad kukami-kukamiria.
Como explica Edney: “Lo único que queremos es morir con dignidad; morir como personas del pueblo indígena kukami-kukamiria”.