Derechos LGBTI en Uganda: Entrevista con la activista Jaqueline Kasha

En un país donde la homosexualidad se considera delito, la valiente activista ugandesa Jacqueline Kasha ha fundado la organización de defensa de los derechos de las personas lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexuales Freedom and Roam Uganda (FARUG). En 2011 fue galardonada con el Premio Martin Ennals para defensores y defensoras de los derechos humanos, Y en 2013 recibió el Premio Internacional de Derechos Humanos de Núremberg por su labor constante de activismo LGBTI. 

En mayo del año pasado, el Parlamento ugandés aprobó uno de los textos legislativos más drásticos contra la homosexualidad, una ley que castiga con cadena perpetua las relaciones homosexuales y con penas de hasta 10 años de prisión el intento de mantener relaciones homosexuales. Asimismo impone la pena de muerte por “homosexualidad con agravantes” y castiga la “promoción” de la homosexualidad, disposición que fomenta la homofobia. En esta serie de preguntas y respuestas, Jacqueline, que actualmente se encuentra en Estados Unidos recuperándose de una cirugía, habla de las repercusiones que este proyecto de ley tiene en su comunidad, de la manera en que ella misma se mantiene a salvo de la homofobia y de las medidas que le gustaría que el presidente Yoweri Museveni adoptara para proteger mejor a las personas LGBTI de Uganda.

¿Dónde estaba usted en mayo del año pasado cuando se aprobó la Ley contra la Homosexualidad?

Estaba en una cita de ortopedia en Massachusetts (Estados Unidos), viendo todo en mi teléfono. Me hubiera gustado estar en casa con mi gente, pero sabía que necesitaba cuidar mi salud si quería continuar esta lucha. Tuve muchos sentimientos encontrados ese día, a ratos me alegraba estar lejos de casa.

¿Cuál fue su reacción inmediata?

Me quedé estupefacta ante el denominado “debate” y lo ignorantes que son nuestros diputados y diputadas. También me entristeció mucho el grado de odio que se exhibió ese día contra otro sector de la sociedad. Fue desolador. Ojalá se esforzaran tanto en otros proyectos de ley que realmente nos beneficien a la población, en lugar de gastar más dinero de los y las contribuyentes en duplicar una ley ya vigente por los argumentos sin fundamento de una pequeña parte de la comunidad que estaba descontenta. Fue un día muy nefasto para la historia de nuestro movimiento de derechos humanos, a nivel nacional y mundial.

¿Cómo reaccionaron las personas de su entorno o las que conocen su orientación sexual?

Me llamaron por teléfono muchas personas LGBTI en pánico, y otras para preguntarme si podían ir a mi casa por unos días. Recibí muchas solicitudes de entrevistas de los medios de comunicación, que rechacé porque no estaba en el estado de ánimo adecuado, sobre todo porque acababan de decirme que tenía que esperar otros cinco meses para la cirugía. Fue un día espantoso. No hubo reacciones extrañas por parte de quienes me conocen porque realmente no había nada que fuera a cambiar acerca de quién soy. Afectó a todas las personas LGBTI. En mi caso, fueron los mensajes de solidaridad, amor y fortaleza que llegaron de todo el mundo. Y sí, también tuve que luchar contra muchos troles que simplemente no podían mantenerse alejados de mis páginas de redes sociales.

¿Qué ha cambiado para usted y las personas LGBTI de Uganda desde que se aprobó la ley?

Han cambiado muchas cosas, sobre todo porque es la segunda vez que las personas LGBTI de Uganda conocen la misma tragedia. En 2014 no había tanta gente involucrada en el activismo en favor de los derechos LGBTI, por lo que muchas de ellas seguían en el armario y había poco activismo de primera línea. En esta ocasión, muchas personas LGBTI son visibles y han defendido sus derechos y se han unido a la lucha reivindicativa de forma pública. Su visibilidad también significa que la población LGBTI está en situación de mayor vulnerabilidad que en 2014. Esta vez se produjo más pánico y angustia debido al alto grado de cobertura de los medios de comunicación. Esta vez fue más brutal que en 2014. Los actores anti-LGBTI llevaban varios años preparándose para esta ofensiva contra los derechos LGBTI, por lo que actuaron de forma más agresiva y organizada que la primera vez.

Desde entonces, muchas personas LGBTI han pasado a la clandestinidad, lo que está dificultando todas nuestras iniciativas, especialmente en el ámbito sanitario de la lucha contra el VIH, las enfermedades mentales y las disparidades económicas. En el último año hemos registrado la cifra más alta de violaciones y abusos contra los derechos humanos de los últimos 23 años, desde que se inició el movimiento en favor del respeto de los derechos de las personas LGBTI. Desde entonces, muchas de ellas se han exiliado y han solicitado asilo, y muchas otras se han apartado y han vuelto al “armario”. Están aumentando los intentos de suicidio y los suicidios, y se producen más detenciones ilegales y reclusiones arbitrarias.

Desde el cierre de nuestros centros de acogida (DIC, por sus siglas en inglés) en todo el país, muchas personas han dejado de recibir tratamiento, información relacionada con la salud y recursos gratuitos. Para serte sincera… es un desastre. No obstante, cuando comenzamos este movimiento de derechos humanos no previmos el nivel de crecimiento que alcanzaría. No teníamos una preparación completa, pero nos dedicamos mucho a crecer como activistas resilientes, lo que significa que [el movimiento] no termina hasta que digamos que termina. Seguimos luchando a pesar de todo. No perderemos la esperanza ni pararemos hasta que dejen de violar nuestros derechos humanos.

¿Cómo ha logrado mantenerse a salvo de posibles actos de homofobia o incluso de la detención?

Ésta es una pregunta difícil, pero muy importante. Estoy a salvo la mayor parte del tiempo porque tengo el privilegio de viajar y contar al mundo nuestra difícil situación, estableciendo alianzas y redes. Esas relaciones son las que han hecho que el movimiento ugandés en favor los derechos LGBTI sea uno de los más sólidos del continente e incluso del mundo. He podido crear una gran red de protección a mi alrededor. Nunca voy sola, sigo un régimen de seguridad porque he sufrido agresiones físicas en el pasado y hay personas acosadoras e instigadoras que me amenazan en las redes sociales y en persona. Me detuvieron hace un tiempo, pero no formularon cargos en mi contra porque conozco muy bien la ley. Son sólo algunos mecanismos disruptivos que he aprendido a lo largo de los años. Llevamos tiempo brindando formación a las personas LGBTI en algunas de estas medidas de seguridad, tanto físicas como digitales. A veces, la ley tiene lagunas que permiten a nuestra clase política y a los cuerpos policiales actuar con impunidad. Por ejemplo, vienen deteniendo a personas sin motivo alguno, pero a mí no pueden detenerme de cualquier forma porque sé que los derechos humanos asisten a toda todas las personas y llevaré al país a la quiebra con demandas judiciales si se atreven a violar mis derechos injustificadamente. Ahora mismo estoy en Estados Unidos recuperándome de una cirugía, pero sigo luchando por los derechos de las personas LGBTI a diario.

¿Qué es lo que más teme?

El silencio. Muchos de los diputados y diputadas y de los grupos homófobos saben la verdad, pero prefieren guardar silencio. Eso me desalienta y me rompe el alma todos los días. Saben que no nos pagan por ser LGBTI, saben que no contratamos a nadie y saben que necesitamos que se nos integre urgentemente en el plan nacional de VIH/SIDA, pero continúan discriminándonos. Saben que la homosexualidad existe desde tiempos inmemoriales en nuestras tradiciones y costumbres africanas y nunca fue criminalizada hasta el colonialismo, pero prefieren permanecer en silencio simplemente porque pueden usarnos para hacer carrera política.

Este silencio me mata y va a destruir muchas comunidades en todo el mundo.

Ha pasado un año desde que se aprobó la ley: ¿qué le gustaría que hiciera el presidente ugandés Yoweri Museveni?

El presidente debería dejar de escuchar las falsedades o la información errónea que sus ayudantes le pasan; debe usar su propio raciocinio para comprender las cuestiones de la sexualidad y el género, y debatir con su partido y su gabinete los peligros que conlleva discriminar a un determinado sector de la sociedad. Muchas personas con talento, experiencia y buena formación han abandonado el país por miedo. La nación está perdiendo una gran cantidad de recursos humanos. La economía se está viendo afectada. Nuestros valores religiosos están siendo pisoteados por muchos falsos predicadores que buscan la popularidad fácil y el dinero del fundamentalismo religioso. Me gustaría pedirle que organice un grupo de trabajo que pueda colaborar con activistas LGBTI y que éste le proporcione la información necesaria para comprender las identidades y los derechos LGBTI en lugar de confiar en lo que le dice una parte de las personas que lo rodean y que le ocultan la información correcta.

El presidente debe convencerse de que la discriminación obstaculiza el desarrollo.

Ayúdanos a luchar por los derechos de activistas LGBTI como Jacqueline.