Tres especialistas en justicia racial explican por qué son importantes las reparaciones

Especialistas en África y sus diásporas mundiales se reunieron a finales del año pasado en Berlín para pedir a los gobiernos europeos que abordaran su pasado colonial y el impacto que sigue teniendo.

La abogada de derechos humanos Melissa Hendrickse, el periodista Gary Younge y la académica Pumla Dineo Gqola comentan el largo legado del colonialismo, los efectos derivados y la importancia de las reparaciones…

Melissa Hendrickse

Melissa es investigadora y asesora de Amnistía Internacional en materia de justicia racial y derecho penal internacional.

El equipo de Justicia Racial de Amnistía Internacional —Melissa Hendrickse, Rym Khadhraoui y Hashas Rage— asistió a la Conferencia Dekoloniale de Berlín sobre África 2024, una contraversión decolonial de la Conferencia de Berlín sobre África 1884/85, celebrada hace 140 años.

Nací en Ciudad del Cabo a principios de los noventa, en medio de las negociaciones para poner fin al apartheid. Eran tiempos turbulentos en la historia sudafricana. Tras el asesinato de Chris Hani, personalidad importante en la lucha de Sudáfrica por la libertad, la transición política parecía hallarse al borde del colapso. Sin embargo, continuaron las negociaciones y, cuando yo tenía dos años, Sudáfrica celebró sus primeras elecciones democráticas.

Era mejor época para crecer como persona de color en Sudáfrica, con respecto a lo que vivieron mis padres. Había una sensación de esperanza y optimismo. Sin embargo, el legado del apartheid no desapareció sin más; el país siguió segregado y ha perdurado la desigualdad causada por los siglos de colonialismo, desposesión y explotación. Crecí en una zona predominantemente blanca. La mayoría de mis compañeros y compañeras de clase eran blancos y me resultaba difícil definir mi propia identidad en espacios disociados de la historia del país y de la experiencia de la mayoría de la población sudafricana.

Decidí estudiar Derecho, inspirada por el papel que pueden desempeñar las leyes para apoyar la lucha contra la injusticia racial. Al finalizar mi máster, solicité una vacante en Amnistía, donde ahora trabajo como investigadora y asesora en materia de justicia racial y derecho penal internacional. En lugar de ser activista en el sentido tradicional, colaboro principalmente a través del derecho y el análisis jurídico. Ha sido para mi un honor trabajar en el informe sin precedentes de Amnistía, que concluye que Israel comete un genocidio contra la población palestina. Los paralelismos entre el apartheid de Sudáfrica y la opresión racial de las personas palestinas me calan muy hondo. Como decía Nelson Mandela: “Nuestra libertad está incompleta sin la libertad de los palestinos”.

Como parte del equipo de Justicia Racial, me dedico a las reparaciones debidas por la esclavitud y el colonialismo, sobre lo que he redactado recientemente una política de Amnistía. El colonialismo europeo y la esclavitud construyeron el mundo en el que vivimos hoy. Es palpable a nuestro alrededor, tanto en las fronteras que nos dividen como en los idiomas que hablamos, pasando por los sistemas de conocimiento que se nos enseñan. La increíble riqueza que obtuvieron los Estados europeos a través de la esclavitud y el colonialismo ha dado lugar a las burdas desigualdades que siguen marcando el orden mundial.

A día de hoy no puede haber una justicia racial significativa si no se tiene en cuenta este legado y se remedian los sistemas opresivos construidos por el colonialismo. Aunque los Estados europeos están empezando a presentar sus disculpas, todavía se resisten a tomar medidas concretas y ofrecer reparaciones. Por eso, el trabajo de Amnistía sobre las reparaciones llega en un momento histórico importante. Esperamos que, al sumarse al movimiento global de reparaciones, Amnistía contribuya a presionar a los Estados europeos para que respondan con algo más que palabras a las crecientes demandas de justicia restaurativa.

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Gary Younge

Gary es un galardonado periodista, académico y locutor de pódcasts residente en Reino Unido.

El periodista Gary Younge ha tenido desde siempre interés por la historia del colonialismo y la esclavitud.

Crecí en una localidad llamada Stevenage (en Reino Unido), en los años setenta, al que mi familia se mudó procedente de Barbados. Había muy pocas personas negras.

En los setenta, había mucho racismo aleatorio de todo tipo, tanto por parte del profesorado como del vecindario. Las mismas personas que eran racistas podían ser amables. No había coherencia. Crecí pensando que no era británico, ni quería serlo. En invierno, me decían: “Seguro que, de donde tú vienes, no es así». Se suponía que, si eras negro, no eras británico.

En parte, estas contradicciones fueron las que motivaron mi activismo. Para mí, el activismo tenía que ver con ser una persona libre: si querías libertad, tenías que luchar por la tuya y por la de los demás. Para mí, no había otra forma de estar en el mundo. Mi familia, mi madre, mis hermanos, tenía mucho interés por la política y yo me obsesioné a una edad muy temprana con la noción de libertad y lo que significa ser libre.

La historia del colonialismo y la esclavitud me ha interesado siempre. Hemos crecido en países de Europa que han decapitado su historia de una manera peculiar. Hay un aforismo que explica la inmigración poscolonial: “Nosotros estamos aquí porque vosotros estuvisteis allí. Si no sabéis que estuvisteis allí, ¿cómo podéis saber por qué estoy aquí?”.

No es posible entender dónde estamos como país o dónde estoy yo como persona o por qué nuestras políticas raciales son como son si no se tiene en cuenta el colonialismo. Nada de eso tiene sentido. Y aún está lejos de terminar. Todavía estamos abordándolo.

Gran Bretaña no se había declarado democracia no racial hasta hace poco. Estos países europeos pueden hacer gala de un nivel de negación increíble con respecto a los lugares en los que estuvieron y lo que hicieron: se presentan como democracias liberales ilustradas y todo el mundo les cree. Sin embargo, si miran detrás de la fachada, encontrarán toda la sangre oculta y algún que otro gesto simbólico, como la devolución del archipiélago de Chagos por parte de Gran Bretaña.

Las reparaciones siguen siendo importantes porque el impacto de la esclavitud y el colonialismo sigue siendo evidente. Podemos verlo en las relaciones comerciales, en los flujos migratorios, en la pobreza y en otras desigualdades, a nivel tanto mundial como nacional. Las bases de las reparaciones ya están sentadas. Lo vimos después de la Primera Guerra Mundial, después de la Segunda Guerra Mundial, después del Holocausto y más allá. Entonces, la pregunta es: ¿por qué habría que prescindir en esa narrativa de las personas de ascendencia africana que fueron esclavizadas y de quienes descienden de la población colonizada?

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Pumla Dineo Gqola

Pumla es una galardonada escritora feminista y académica sudafricana.

Pumla Dineo Gqola es una académica criada en Sudáfrica.

Me crié en Sudáfrica durante los años setenta y ochenta, cuando el apartheid estaba en su punto álgido. Fue complicado y difícil.

Sin embargo, fue una época de activismo diversificado. Crecí rodeada de personal académico negros y descubrí que yo también quería ser académica. Mi familia era políticamente de izquierdas y mi padre daba clases en una universidad negra histórica. Eso sentó las bases de mi futuro.

Ahora soy profesora, escritora feminista, y poscolonialista de formación. A menudo pensamos en el colonialismo como algo que ha quedado atrás, pero aún vivimos sus profundas secuelas. Habitamos en un mundo moldeado por la lógica colonial y los sistemas que organizan nuestro mundo provienen de sus mismos poderes. Por ejemplo, los lugares de origen y destino de las migraciones se corresponden claramente con la historia creada bajo el poder colonial, mientras que los países de bajos ingresos tienen grandes probabilidades de ser antiguas colonias. Por tanto, aunque el colonialismo oficial haya terminado, muchas ideas sobre la organización del mundo y quién puede desplazarse a dónde, cómo, por qué y cuándo encajan a la perfección con esas divisiones; por eso son tan difíciles de erradicar.

Hace poco asistí a la Conferencia Dekoloniale de Berlin, junto con varias personas expertas en justicia racial. Estos festivales son importantes por diversos motivos. Ofrecen la oportunidad de ir más allá de la relación diplomática, mientras que las conversaciones en torno a la deuda, los derechos humanos y la reparación, también en lo relativo al arte y la cultura, y la conversación sobre colonialismo, muestran todos los aspectos de la UE como bloque de poder.

Mirando hacia delante, deseo ver un cambio significativo en la negociación de los Estados dentro y fuera de la UE, y cualquier cosa que parezca que debe avanzar más allá de la diplomacia, mientras las conversaciones sobre reparación deben ser serias y abandonar el ámbito de la superficialidad.

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