Ante el acuerdo alcanzado hoy por los Estados miembros del G7 para reducir gradualmente toda la producción de electricidad por combustión de carbón no descarbonizado en la primera mitad de la década de 2030, Candy Ofime, investigadora de Amnistía Internacional sobre Justicia Climática, ha manifestado:
“No es el objetivo sobre el carbón que necesitamos, y así no garantizamos justicia climática. El compromiso de dejar de usar este contaminante antes de 2035 formulado por los miembros del G7 —que llevan más de un siglo quemando carbón para producir energía— llega demasiado tarde, y debilitado por salvedades inaceptables.
El fin de la generación de energía a partir del carbón no llegará a tiempo para quienes sufren los peores efectos de la crisis climática. El carbón es una de las fuentes de energía más sucias y su combustión tiene repercusiones inmensas en la salud, sobre todo en los países de ingresos más bajos y entre las comunidades marginadas y a menudo racializadas que están en primera línea de esos efectos en todo el mundo.
El fin de la generación de energía a partir del carbón no llegará a tiempo para quienes sufren los peores efectos de la crisis climática.
Candy Ofime, investigadora de Amnistía Internacional sobre justicia climática
La protección de los derechos humanos requiere emprender urgentemente una reducción gradual, completa, justa y financiada de todos los combustibles fósiles. Una reducción gradual, justa y equitativa implica poner fin a la financiación de la producción de carbón y la energía por combustión de carbón en todo el mundo. Los derechos de las personas que trabajan en la industria del carbón deben ser protegidos durante esta transición.
“No parece haber freno en este acuerdo sobre el uso del carbón para la producción de acero, que representa alrededor del 30% del consumo de carbón, y el compromiso con la reducción gradual del “carbón descarbonizado” es engañoso. La descarbonización depende de la captura y el almacenamiento de carbono así como de otras técnicas, como la combustión conjunta de amoniaco e hidrógeno con el carbón, que no se han probado en gran escala y pueden conllevar otros riesgos. La contaminación por carbón no puede mitigarse adecuadamente, y el uso del carbón siempre comporta daños para la salud y el clima.
Este acuerdo no debe fomentar la aceptación del llamado gas natural, que es principalmente metano, como alternativa energética. Su explotación está cada vez más asociada a las emisiones de este potentísimo gas de efecto invernadero, uno de los principales causantes del calentamiento global.
“Los Estados del G7, que son los que tienen mayores ingresos del mundo y están entre los más responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, tienen la obligación ineludible de ayudar a los Estados con menos ingresos a abandonar el uso de todos los combustibles fósiles.”