Nuestra capacidad de comunicarnos con gente de todo el mundo a través de Internet puede ser una poderosa fuerza para el bien, pero también generar nuevas formas para que tanto las personas como los Estados ejerzan violencia e inflijan daños a la población a una escala completamente desconocida.

A partir del creciente uso y dependencia de las comunicaciones en línea y digitales, están surgiendo nuevas formas de violencia. El 85% de las mujeres que han navegado por la red han presenciado violencia en Internet. El 38% de las mujeres ha sido objetivo de la violencia en Internet.

La gente propaga el odio, el miedo y la desinformación en las redes sociales como no se había visto nunca, ya que rara vez se les exige rendir cuentas por sus actos. Las personas también se ven expuestas a tácticas como el chantaje digital y programas espía. Estos ataques son perjudiciales para la vida cotidiana. Afectan gravemente a nuestra salud y nuestra capacidad de expresarnos libremente o de participar en el activismo.

La violencia en Internet es una amenaza a los derechos humanos. Puede vulnerar nuestro derecho a la privacidad, a no sufrir discriminación y a no ser víctimas de violencia. Además, supone una amenaza alarmante a nuestro derecho a expresarnos libremente y a participar en protestas pacíficas.

Juntos podemos construir un futuro en el que los espacios en Internet sean seguros para todas las personas. Sin embargo, para poder defender nuestros derechos, primero debemos conocerlos.

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¿Qué es la violencia en Internet?

A menudo, cuando pensamos en la violencia, nos viene a la mente la agresión física o la violencia que sucede frente a frente. Sin embargo, la violencia también puede tener lugar en Internet. Este tipo de conducta, como el ciberacoso y el hostigamiento en línea, puede ser tan real y peligrosa como la violencia cara a cara.

La violencia en Internet puede provenir tanto de agentes estatales como no estatales. Hay infinidad de casos documentados de autoridades gubernamentales que recurren a este tipo de violencia para silenciar la disidencia o espiar a activistas y periodistas.

Ilustración de una mujer que sostiene un gato. Parece asustada. Mira la pantalla de un ordenador rodeada de iconos de caras fruncidas, alertas y símbolos de pulgar hacia abajo.
En ocasiones, para sentirse seguras, las personas que son objetivo de la violencia en Internet y de otros tipos de violencia facilitada por la tecnología se sienten obligadas a interrumpir o reducir su participación en los espacios virtuales.

Violencia de género facilitada por la tecnología

Al igual que en el mundo físico, la dinámica de poder influye en la forma en que las personas se relacionan en Internet. Algunas personas usan Internet para propagar odio, misoginia, homofobia, bifobia y transfobia.

La expresión “violencia de género facilitada por la tecnología” describe actos que utilizan la tecnología para causar daño a las mujeres, niñas y personas LGBTI. Se define como cualquier acto de violencia o amenaza perpetrado por una o más personas que:

  • se cometa, apoye, agrave o intensifique parcial o totalmente mediante el uso de tecnologías de la información y la comunicación o medios digitales;
  • tenga un impacto desproporcionado sobre las mujeres y las niñas, aunque también puede afectar a otras personas en función de su orientación sexual real o atribuida y de su identidad o expresión de género;
  • cause daños físicos, psicológicos, económicos y sexuales y reproductivos.

Entre los ejemplos de violencia de género facilitada por la tecnología que no siempre tienen lugar en línea se encuentran el software espía, la grabación no consentida de vídeos e imágenes o el intercambio de éstos a través de Bluetooth y dispositivos sin conexión a Internet.

Violencia de género facilitada por la tecnología es una expresión utilizada para describir actos que utilizan las tecnologías de la información y la comunicación para causar daño a mujeres, niñas y personas LGBTI.

Juntos podemos construir un futuro en el que los espacios en Internet sean seguros para todas las personas. Sin embargo, para poder defender nuestros derechos, primero debemos conocerlos.

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Tecnología que reproduce la desigualdad de género

Estas formas de violencia forman parte de una secuencia ininterrumpida de violencia de género que atenta contra las mujeres, niñas y personas LGBTI, que tiene sus raíces en la desigualdad de género, la asimetría de poder y los estereotipos y normas de género nocivos, que a su vez reproduce.

Si bien la violencia de género facilitada por la tecnología afecta a todas las mujeres, niñas y personas LGBTI, las que se enfrentan a formas entrecruzadas de discriminación y marginación sistémica —en especial, por motivos de raza, discapacidad, religión, casta, etnia, edad, clase, entorno rural y urbano, entre otros— pueden sufrir formas particulares y agravadas de violencia de género en Internet facilitada por la tecnología.

En 2018, hallamos que las mujeres de color (negras, asiáticas, latinas y mestizas) tenían un 34% más de probabilidades que las mujeres blancas de ser mencionadas en contenido abusivo o repetido de carácter nocivo u hostil. El número de ataques dirigidos contra mujeres negras era desproporcionado, puesto que éstas tenían un 84% más de probabilidades que las mujeres blancas de ser mencionadas en contenido abusivo o repetido de carácter nocivo u hostil.

Todas las formas de violencia de género, ya sea en el mundo virtual o en el físico, son abusos contra los derechos humanos y consideradas como tales en virtud del derecho internacional.

Estas son algunas formas de violencia de género facilitada por la tecnología:

  • Revelación de datos personales: se conoce también como doxeo y consiste en divulgar en Internet datos o documentos personales o de la identidad de una persona sin su consentimiento, normalmente con malas intenciones. Puede ser su dirección, su nombre real, los nombres de sus hijos e hijas, sus números de teléfono o su dirección de correo electrónico.
  • Amenazas de violencia: amenazas directas o indirectas de violencia, que puede ser física o sexual, por ejemplo, y a veces dar el salto rápidamente al mundo físico.
  • Abuso basado en vídeos e imágenes: utilizar imágenes o vídeos para amenazar y acosar, en especial, compartir imágenes íntimas no consentidas, tomar imágenes y vídeos íntimos no consentidos de una persona, crear contenido “ultrafalso” o transformar imágenes que muestren a supervivientes de forma sexualmente explícita, o enviar imágenes o mensajes sexuales no solicitados a otra persona.
  • Ciberacoso u hostigamiento en línea: utilizar plataformas en línea para intimidar, amenazar, causar angustia, silenciar y atacar a mujeres, niñas y personas LGBTI mediante comentarios o imágenes abusivos durante un periodo breve o coordinado.
  • Discurso de odio y abusivo: utilizar un lenguaje intencionadamente despectivo y ofensivo en referencia a una persona o grupo debido a su identidad, incluido su género u orientación sexual, que deshumaniza y fomenta la violencia contra mujeres, niñas y personas LGBTI.
  • Outing (sacar del armario): divulgar la orientación sexual o identidad de género de una persona sin su consentimiento, vulnerando su derecho a la privacidad.
  • Activismo digital: robo de la información digital de alguien con el fin de extorsionar a esa persona para que envíe dinero, comparta fotos íntimas o realice actos sexuales.
  • Vigilancia selectiva: vigilancia que tiene como objetivo una persona u organización en concreto, por ejemplo mediante software espía, con el fin de tener acceso a sus actividades y datos privados y controlarlos. Las mujeres, las niñas y el activismo LGBTI a menudo pagan un precio más alto cuando se viola su privacidad debido, por ejemplo, a los distintos modos en que pueden utilizarse los datos privados en su contra.

Éstas son sólo algunas formas de violencia de género facilitada por la tecnología, ya que se la puede definir de diferentes maneras y tanto la tecnología como las conductas de las personas usuarias están en constante evolución.

Ilustración de una mujer que mira el teléfono. En torno a ella vuelan varios pájaros azules furiosos.
La violencia en Internet, que incluye conductas como el ciberacoso y el hostigamiento en línea, puede ser tan real y peligrosa como la violencia cara a cara.
Imagen de una persona que sostiene un teléfono, en el que está deletreada en colores la palabra “Orgullo”.
Todas las formas de violencia de género, ya sea en el mundo virtual o en el físico, son abusos contra los derechos humanos y consideradas como tales en virtud del derecho internacional.

Los peligros de la violencia de género facilitada por la tecnología

Cuando las mujeres, las niñas y las personas LGBTI son objetivo de la violencia de género facilitada por la tecnología, es más peligroso para ellas involucrarse y participar en conversaciones en línea, así como aprovechar las tecnologías digitales.

También puede ocasionar daños psicológicos graves que afecten a su salud mental. Se incluyen afecciones como el trastorno de estrés postraumático, la paranoia, la depresión y la ansiedad, que pueden dar lugar a autolesiones. Por ejemplo, una elevada proporción de personas transgénero y de género diverso afirmó que ser objetivo de ataques en Internet había mermado sus ganas de vivir.

La naturaleza omnipresente y consumidora de la violencia de género en Internet lleva a muchas personas —incluidos defensores y defensoras de los derechos humanos— a aislarse por completo de las comunidades virtuales. Por ello, la violencia en Internet no es sólo una cuestión de discriminación, sino que además atenta contra la libertad de expresión de las personas y su participación política.

Ser objetivo de la violencia de género facilitada por la tecnología también puede resultar en daños económicos, ya que las mujeres, las niñas y las personas LGBTI se ven obligadas a minimizar su huella digital. También afecta a su acceso a una amplia gama de información y servicios y puede dar paso a ataques y casos de violación y abuso en el mundo físico.

La tecnología digital es muy importante para el activismo, pero de momento no es un espacio en absoluto seguro para las mujeres y personas LGBTI.

Nitchakarn Wongwiset, persona activista y defensora de los derechos humanos no binaria 

a portrait of Manun Wongmasoh
Manun Wongmasoh es una mujer trans de Tailandia que trabaja para proteger a las personas LGBTI musulmanas.

Caso práctico: Toxic Twitter

En 2018, lanzamos una campaña para exigir a Twitter que tomara medidas para frenar la violencia generalizada contra las mujeres y las personas LGBTI en la plataforma. Era la continuación de una investigación en la que se demostró el impacto nocivo de la violencia y los abusos contra las mujeres en Twitter, que incluso llevaba a las mujeres a autocensurar lo que publicaban o a limitar o alterar sus interacciones en Internet. En ocasiones, se expulsaba por completo a las mujeres de la plataforma y se causaba un efecto disuasorio en las mujeres que alzaban la voz.

Entrevistamos a personas influyentes, como la diseñadora de videojuegos Zoe Quinn y la política británica Diane Abbott, que hablaron sobre el modo en que el hecho de ser objetivo de la violencia en Internet repercutía en su vida, su carrera y su salud mental.

La campaña proporcionó una lista de acciones específicas que Twitter podría llevar a cabo para mejorar sus prácticas de observación y denuncia y erradicar la violencia en Internet.

Acallar la disidencia con la violencia en Internet 

Todas las personas tenemos derecho a la libertad de expresión, tanto en el mundo virtual como en el físico.

Los espacios digitales tales como las redes sociales pueden insuflar vida y poder en el activismo y la justicia social. Las redes sociales democratizan la forma en que buscamos y compartimos información, y amplifican voces que, de otro modo, posiblemente ignoraríamos. También crean espacios virtuales para la protesta, donde las personas pueden comunicarse y reunirse como colectivo digital, lo que agrupa a personas de formas que no serían posibles.

Sin embargo, la violencia de género facilitada por la tecnología constituye una grave amenaza para la expresión y el activismo de las mujeres, las niñas y las personas LGBTI.

Puede parecer imposible seguir reivindicando el cambio cuando somos víctimas de una campaña de desprestigio, al descubrir que el gobierno utiliza software espía para vigilar nuestras actividades o si nos enfrentamos repetidamente a hostigamiento por motivos de género en Internet.

El efecto disuasorio

Estas experiencias obligan a mujeres, niñas, activistas LGBTI y defensores y defensoras de los derechos humanos a abandonar o reducir su participación en los espacios en línea. Y en una sociedad en la que gran parte del discurso público y de la comunicación se produce en línea, cuando una persona decide limitar su participación en Internet limita también su activismo y su acceso a la información.

A menudo, este efecto silenciador es intencionado, sobre todo cuando los autores son Estados o gobiernos. Despliegan tácticas con la intención específica de atemorizar a la gente para que guarde silencio. Nuestras entrevistas con defensores y defensoras de los derechos humanos que han sufrido violencia en Internet reflejan lo que muchos especialistas denominan el “efecto disuasorio”.

an illustration with a group of protesters surrounded by a colourful circle. Outside the circle you can see shadowy figures watching the protesters.
Nuestras entrevistas con defensores y defensoras de los derechos humanos que han sufrido violencia en Internet reflejan lo que muchos especialistas denominan el “efecto disuasorio”.

Caso práctico: Tailandia

retrato de Anchana Heemmina
Anchana Heemmina es una destacada defensora de los derechos humanos originaria de las provincias meridionales fronterizas de Tailandia. Anchana, atacada mediante una campaña de desprestigio online, considera que la mayoría de los ataques fueron perpetrados por actores estatales y respaldados por el propio Estado.

Tras hablar con decenas de mujeres y personas LGBTI defensoras de los derechos humanos en Tailandia, hallamos que agentes estatales y no estatales utilizan habitualmente espacios online para atacar, intimidar y desacreditar a las mujeres y las personas LGBTI defensoras de los derechos humanos.

El activismo fue objetivo de vigilancia, incluso mediante el software espía Pegasus y ataques a cuentas de Facebook. Además, identificamos cuatro métodos habituales de acoso en Internet contra defensores y defensoras de los derechos humanos:

  • el uso de un discurso de odio y abusivo,
  • las campañas de desprestigio selectivas,
  • la revelación de datos personales (doxeo),
  • y las amenazas de violencia de género.

En última instancia, el uso de la violencia de género facilitada por la tecnología contra activistas en Tailandia tuvo un efecto disuasorio.

Activistas y defensores y defensoras de los derechos humanos confesaron que su salud mental se había visto gravemente afectada y que no podían exigir que se rindieran cuentas. Como consecuencia, mujeres y personas LGBTI declararon sentirse desautorizadas a mostrarse sin tapujos o a expresar sus opiniones e implicarse en el activismo en espacios digitales. Este efecto disuasorio no sólo lo sentían las personas que eran objetivo directo de la vigilancia o del hostigamiento en Internet, sino también otras pertenecientes a los grupos en que operaban.

¿Qué hace Amnistía para parar la violencia en Internet y otras formas de violencia facilitadas por la tecnología?

Hacemos campaña activamente para poner fin a la violencia de género facilitada por la tecnología —incluida la violencia en Internet— en todo lugar. Nuestros equipos de investigación hablan con personas de todo el mundo para que nuestras campañas y recomendaciones se basen en experiencias reales.

Como movimiento global, organizamos campañas para enseñar a la población las consecuencias que la violencia de género facilitada por la tecnología tiene sobre los derechos humanos. Esto incluye ejercer presión sobre los gobiernos y las empresas tecnológicas para que emprendan acciones más directas e inequívocas para proteger los derechos de las personas en Internet, sobre todo mujeres, personas LGBTI y activistas. También ayudamos a la sociedad civil a desarrollar y proteger su resiliencia digital.

A través de nuestra nueva campaña global Seguridad en Internet, pedimos a los gobiernos de todo el mundo que actúen y protejan el derecho a la protesta de las mujeres, las niñas y las personas LGBTI.  

Creemos firmemente en un futuro en el que los espacios digitales sean una verdadera fuerza para el bien, donde las personas puedan sentirse seguras para participar libremente y expresarse sin miedo a la violencia.

Pero para hacer realidad esa visión, necesitamos tu ayuda.

Nuestra campaña Seguridad en Internet pide a los gobiernos que actúen y protejan a las mujeres, las niñas y las personas LGBTI y su derecho a la protesta.

Juntos podemos construir un futuro en el que los espacios en Internet sean seguros para todas las personas. Sin embargo, para poder defender nuestros derechos, primero debemos conocerlos.

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